"Taller de cuentos, Factoría de Ficciones 1" estará disponible próximamente en todas las bibliotecas del Estado Español.
jueves, 29 de abril de 2010
Taller de cuentos
"Taller de cuentos, Factoría de Ficciones 1" estará disponible próximamente en todas las bibliotecas del Estado Español.
martes, 13 de abril de 2010
A propósito de Garzón
Hoy, Martes, 13 de abril, se ha celebrado una multitudinaria manifestación en
Se le acusa, entre otras cosas, de tratar de abrir dicho proceso sin tener competencias para ello y habiendo fallecido todos los imputables.
Me sorprende que, desde muchos ámbitos, parece que haya más interés en cuestionar a quienes han interpuesto dicha querella -Manos Limpias, un sindicato de tendencias ultraderechistas; Falange Española de las JONS, asociación cuya ideología no despierta ninguna duda; y Libertad e identidad, otro tanto de lo mismo –que en saber si, efectivamente, Garzón cometió o no ese delito, uno de los más graves que puede cometer un juez en el ejercicio de sus funciones. Al parecer, muchas personas piensan que esas asociaciones, en función de su ideología, no deberían tener derecho a querellarse contra el juez. A mí, esa idea me parece más propia de regímenes fascistas como el que Garzón trata de investigar, que de una sociedad democrática y libre. Por suerte, en este país, nadie está excluido “a prori” del derecho a servirse de los recursos que la ley ofrece, ni siquiera esa panda de (para mí) indeseables. Me da igual si la querella la presentó Jons,
Respecto a este caso, tengo mis dudas, cosa lógica dado mi escaso conocimiento de leyes (me asombra, en este sentido, que personas con los mismos conocimientos en la materia que yo, o aún menores, tengan las cosas tan claras).
Por lo que sé, existe una Ley de Amnistía, aprobada por el Parlamento en 1977, que impide investigar los crímenes que hubieran podido perpetrar las personas pertenecientes al aparato franquista antes de aquella fecha. Es una ley perversa, una ley que debería ser derogada, pero que, a día de hoy, sigue vigente, y es
Parece evidente que, de querer juzgar a estas personas, esa debe ser tarea de los historiadores, no de los jueces.
A propósito, también cabe apuntar, como dato interesante, que
En fin, que ya se verá, pero como ciudadano veo correcto, y aún necesario, que se investigue la labor instructora de Garzón si hay indicios de irregularidades en ella. Defender lo contrario sería como amparar que algunas personas (Garzón) puedan saltarse la ley en función de su ideología, porque nos gusta, y que otras, en función de la suya (Manos limpias, Jons), deban quedar fuera del amparo de la ley. Esa es una idea característica de muchos regímenes llamados fascistas, y por eso me llama la atención que muchas personas que se dicen demócratas y defensoras de la libertad, la enarbolen.
Respecto a las otras dos querellas, y a pesar de mis escasos conocimientos de leyes, me parece que Garzón lo va a tener, si cabe, aún más crudo, y con razón.
Veamos: “Caso Gürtel”: Garzón, en el curso de investigación de tan célebre caso (que, por cierto, afecta al PP, partido político cuya animadversión hacia el juez es de sobra conocida, y principal adversario del partido en el que Garzón militó hace años) decide autorizar grabaciones entre los principales acusados y su abogados, cosa que, por decirlo de un modo prudente, es una burrada.
Luego: Caso “Banco Santander”: Garzón pide un crédito de algunos miles de euros al Santander para el patrocinio de una serie de cursos y conferencias en los Estados Unidos. El propio Juez agradece el préstamo a Emilio Botín, director del Banco Santander, en una carta firmada de su puño y letra. Meses después, desestima una querella contra este señor. No pongo en duda su imparcialidad en ese caso, pero parece evidente, al menos para mí, que debió inhibirse y dejar la decisión en manos de otro juez que no tuviese vinculación alguna con ese banco. Otra cosa que me parece de cajón, te caiga bien o mal el polémico juez.
En resumen, los medios parecen querer simplificar esta historia como un cuento de “buenos y malos”, siendo los buenos los más cercanos a las creencias ideológicas de cada uno, y los malos, los más alejados de ellas. Para mí no es tan sencillo. O quizá sí. Para mí, los buenos son los que hacen lo que deben. Un juez debe aplicar la Ley, no inventarla, ni modificarla, y menos servirse de ella, por muy elevados que sean sus fines. Si hay sospechas fundamentadas de que eso ha sucedido, debe investigarse.
Recurriendo otra vez a las palabras de Graham Greene: “Trato de conocer la verdad, aunque ello comprometa mi ideología”.
En realidad, sí, es sencillo.
martes, 23 de marzo de 2010
Estilo Bonzo (I)
Debí suponerlo. Siempre que haya problemas y no sepas de dónde te vienen los golpes, pregúntale a la pelirroja.
Exceptuando a Ivette, la pista central del circo está desierta, tan solo iluminada tenuemente por las luces de candilejas. Si ella está aquí, él tampoco debe andar muy lejos. Piso una enoooorme mierda de elefante: otra señal inequívoca de que hoy es mi día de suerte.
Hace frío. Tengo una o quizá dos costillas fracturadas, el labio partido, un ojo inútil, y una herida de arma blanca en el hombro derecho que, afortunadamente, hace un rato dejó de sangrar. Ni el Lanzador de Cuchillos ni el Hombre Forzudo se mostraron demasiado dispuestos a colaborar en mi investigación, así que tuve que insistir. Hasta en las mejores familias se dicen unas palabras más altas que otras y se rompen, ocasionalmente, un par de platos de la vajilla. Lo que no sé es dónde ocultarían las mejores familias los cuerpos sin vida de dos de sus miembros cosidos a balazos, pero eso ya lo pensaré más tarde. Lo primero es lo primero. El grandullón parecía tener cierta tolerancia al plomo, por lo que tuve que aplicarle una dosis cuatro veces mayor de la habitual. Aún así, le dio tiempo de lanzarme un derechazo antes de derrumbarse; por suerte, conseguí parar el golpe con la mandíbula. Lo peor de todo es que ya no me queda más que una bala en el revólver. Lo bueno es que todavía mantengo la nariz intacta, y que aún conservo puesta mi peluca.
Estilo Bonzo (II)
-¿Has venido solo? –pregunta Ivette.
-Bueno, les pregunté a Sansón y a Gómez si querían acompañarme, pero les pareció más interesante quedarse tumbados en el suelo, sangrando.
Aún lleva puesto el vestido de la función de esta noche. Está muy hermosa, y muy pálida. Le tiemblan las manos. Es lógico: ese cuarenta y cinco que me mira directamente a los ojos debe pesar lo suyo.
-¿Sabías que era yo, verdad? –pregunta.
-Sí.
-Entonces, ¿por qué has venido?
-Hoy no echaban nada bueno en la tele por cable. Ya sabes.
-No debiste venir.
-Lo sé. Mi médico ya me advirtió contra las pelirrojas. Pero también me dijo que dejase de beber, así que es difícil tomarse a ese tipo en serio.
-En realidad no soy pelirroja, Bonzo.
-¡Oh! Sí que lo eres, pequeña. Una auténtica pelirroja. Eso se lleva por dentro.
Le falla la voz.
-Esto no tiene por qué acabar así.
-Tienes razón, nena. Casémonos. Vayámonos al monte. Tengamos chiquillos, docenas de ellos. Yo cuidaré del ganado, tú amasarás el pan, y bailaremos juntos en la fiesta de la cosecha. No puedo esperar para contárselo a mamá.
-Eres un cerdo.
-Es mejor así, cielo. Así será todo más fácil.
-¿No quieres saber por qué…?
Es incapaz de terminar la frase.
-No –respondo.
Está llorando. Quizá sea cierto que me quería, después de todo. No es que eso me de esperanzas, pero reconforta.
Estilo Bonzo (III)
Se escucha una voz proveniente de algún punto en las alturas.
-Hola, Bonzo.
La carpa vacía hace resonar la voz de manera que parece venir de todas partes a la vez.
-Hola, Mandrake.
La oscuridad en el patio de butacas es total, podría estar en cualquier sitio. En cualquiera. Lo que tienen los magos es que siempre es difícil saber a ciencia cierta qué van a hacer. Y eso, cuando quieres cargarte a uno, es un verdadero fastidio.
Con el arma con la que sin duda me apunta Mandrake ya son dos tambores repletos contra una bala. Mi única posibilidad es acertar con ese hijo de perra a la primera, y después rezar por que Ivette tenga peor puntería que Moe, el hombre sin extremidades. Necesito tiempo, así que le doy palique. Además, quiero confirmar unas cuantas sospechas. Uno no puede irse para la tumba sin saber ciertas cosas. No es que Mandrake sea un hombre especialmente locuaz, es su ego el que no puede permanecer callado:
-Parece que al final has decidido faltar a tu cita con la existencia. No podías dejarlo estar, ¿verdad, Bonzo? Todos los payasos que he conocido hasta ahora eran unos idiotas suicidas, aburridos y sentimentales, pero tú eres como un maldito dolor de muelas.
-Él no tenía por qué morir, Mandrake. Desde el momento en que le metiste a él en medio, esto se convirtió en un asunto personal para mí.
-¡Era un mono, Bonzo! ¡Un condenado mono! Todos apreciábamos al señor Cheesburger, pero estaba donde no tenía que estar y vio lo que no tenía que ver. En parte, lo sucedido puede considerarse culpa tuya. Le enseñaste demasiadas cosas a ese chimpancé. Yo sé como me miraba antes, y cómo me miró a partir de entonces. De algún modo, habría terminado por delatarme.
Estoy casi seguro de que la voz proviene de mi derecha. Ivette sigue de pie, frente a mí, apuntándome con su revólver. El maquillaje forma surcos negros en sus mejillas. Debo seguir hablando.
-Ya lo hizo, Mandrake. Apuesto a que debajo de la jaula de Bernie, el elefante, de entre todos los tipos de mierda, hay una muy gorda y con aspecto de difunto director de circo.
-¡Ah, sí! El Señor Corsini. El señor Corsini tenía muchas y muy buenas virtudes, pero también un grave defecto: era un hombre ambicioso. Nunca he entendido qué puede llevar a determinadas personas a aferrarse a la creencia de que les pertenece algo que en realidad debería ser mío. Afortunadamente, al final logramos llegar a un punto de entendimiento. Yo entendí que el circo era mío, y él entendió que estaba mejor muerto. Pero, por curiosidad, ¿puedo preguntarte qué te ha llevado a esa deducción, Bonzo?
Necesito asegurarme antes de hacer mi jugada..
-No te escucho bien, Mandrake. Quizá si te acercas un poco pueda escucharte mejor.
-Espera, repetiré la pregunta.
Estilo Bonzo (IV)
Suena un estampido, y una nubecilla de arena se levanta a un metro de mí, a mi izquierda. Ivette ahoga un grito. El disparo ha venido del otro lado. Sigo hablando:
-El Señor Cheesburger estaba muy nervioso el martes pasado. Me cogió de la mano y me llevó hasta la jaula de Bernie. Parecía empeñado en entrar, pero quería que lo hiciese con él. Al Sr. Cheeseburger no le gustaban demasiado los elefantes, y a Bernie, a juzgar por sus embestidas contra los barrotes, tampoco le gustaba el Sr. Cheesburger, así que no me pareció una buena idea. En ese momento pensé que quizá, sencillamente, se le había ido la mano con el bourbon, pero después no fue difícil atar cabos.
-Entonces yo tenía razón, ese mono se habría ido de la lengua. No sabes cómo me alivia escuchar eso. Ahora podré matarte con la conciencia más tranquila.
A través del rabillo de mi ojo derecho percibo algo que se mueve entre las sombras. Las oportunidades son caprichosas, y rara vez visitan dos veces el mismo lugar, así que saco el revólver rápidamente, me giro, y disparo al bulto. Se escucha un sonido de vidrios al caer contra el suelo.
Estilo Bonzo (V)
Por lo que sé de las balas, estas acostumbran a hacerles un agujero a las personas por el que sale sangre, pero no suelen fragmentarlas en mil pedazos. Aún así, tardo unos cuantos segundos en darme cuenta de que le he disparado a un espejo.
Unos zapatos brillantes surgen de la oscuridad.
-¡Ah, la ilusión! Todo en esta vida es ilusión, Bonzo. La vida misma es una fugaz ilusión. Por eso yo he decidido invertir los conceptos, y convertir la ilusión en algo real. Y, créeme, lo único real que conozco en esta vida es el dinero.
-No des un paso más, Mandrake. No fallaré desde aquí.
-¿Sabes? La cartomancia es una actividad enormemente provechosa, Bonzo, y no solo desde el punto de vista lucrativo. También confiere cierta serie de habilidades mentales. Entre ellas, la de contar las cosas de manera rutinaria. Se escucharon cinco disparos ahí fuera. Dos balas para Gómez y tres para el gordo. O quizá fueran una para Gómez y cuatro para Sansón. Me imagino que debió ser difícil acertarle a ese psicópata en un lugar donde no tuviese agujeros. Esas cinco, con la que ha jubilado a mi querido espejo Luis XVI casi auténtico, hacen seis.
Su figura emerge lentamente bajo la luz mortecina.
-Quizá te preguntes –añade- como sé que no has cargado más balas.
Mandrake entra en la pista y hace aparecer un cigarrillo de la nada con su mano izquierda. Luego un mechero. El mío. Otra vez, qué hijo de puta. Desde que le conozco, no hay mechero que me haya durado más de un día. Se enciende el cigarrillo. Yo creo que, para tener en mis manos un revólver vacío y estar más cerca de la otra vida que de ambulatorio más próximo, conservo bastante bien la compostura. Sigo apuntándole, pero no creo que pudiese soltar ninguna fanfarronada sin que me entrase la risa. Estoy más acabado que el sastre de Teresa de Calcuta.