lunes, 19 de octubre de 2009

Síndrome de Stendhal

La gente me mira cuando pasa por delante de mí, es inevitable. Ocurre desde que tengo conocimiento. Por la forma en la que se me quedan mirando, por los comentarios que realizan en voz baja, está claro que hay en mí algo que les complace. No sé exactamente qué es, pues nunca me ha sido dado verme. No sé si soy bonita o si soy fea, aunque creo que la fascinación que siente la gente por mí no tiene que ver con una cuestión de belleza física. Es otra cosa, pero no sé qué. Al parecer nadie lo sabe con certeza. Por lo que he podido entender tiene algo que ver con mi sonrisa. Al menos eso dicen algunos. Otros dicen que es cierta cosa en mi mirada, una especie de burla amable, como si estuviera en posesión de un misterio vedado a todos los demás, un enigma cuya solución fuera tan evidente que no me fuera posible ocultar un secreto regocijo. Y así es, en realidad. Porque sé tan poco de mí como la mayoría de ustedes, y todo cuanto sé de mí lo sé por otros, pero sé algo que ustedes no saben. Ustedes ignoran que yo puedo verles, y que escucho cuanto dicen de mí, y por eso hablan y me señalan sin pudor. Esa es mi gracia, y esa es también mi maldición. Por eso sé que me llaman la Gioconda, y también la Mona Lisa. Quiero creer que mi padre no era consciente de lo que hacía cuando me insufló un alma. Ahora vivo deseando que un día llegue alguien que, capaz de ver la verdad, me mire a los ojos y comprenda, y en un acto de amor infinito borre para siempre mi sonrisa perpetua.

8 comentarios:

Gilda Manso dijo...

Desconfío de las sonrisas perpetuas.

spulzeer dijo...

Y siento que algún día, cuando eso suceda, que nunca quise ser la mujer en la que me he convertido...

No es el final que debe tener, pero se ha repetido en mi cabeza desde que termine...

Hernando, molas.

Lunática dijo...

¡Bienvenido tras estos meses de ausencia!
Buen comienzo con Stendhal y la Mona Lisa. Perfecta esta combinación para expresar que los lienzos están plasmados del alma de quien los pinta y, en este caso, llega a tal paroxismo, que la propia Gioconda cree ser real.
¿Hay algún psiquiatra en la sala de exposición dispuesto a tratarla para que borre esa sonrisa?...
Un bs.

El Ángel... dijo...

Hola, buen regreso.
A nosotros nos pasa lo mismo, lo que vemos de nosotros no es lo que los demás ven y sólo nos resta confiar que lo que dicen los demás que ven en nosotros sea lo que realmente ven. Jaja!

Un saludo

pepa mas gisbert dijo...

No existe nada peor que lo eterno.

Un abrazo

E. C. Pedro dijo...

Hay quien sostiene que la Gioconda no se está riendo ni sonriendo ni nada. Ni siquiera se trataría de una ilusión óptica, sino de un simple "deseo de ver sonrisas". Saludos.

Sr. Miyagi dijo...

Gilda: (:))

Calen: sabes de mi gusto por los finales sesgados, que (a ser posible) te dejen con ganas de saber un poquito más.
P.D: Tú sí que molas.

(No tan) Lunática: ¡Gracias! Ya ha habido más de uno que a intentado borrar su sonrisa, no te creas. La última, una turista en agosto de este mismo año con una taza de porcelana(?). Y, como curiosidad, cabe señalar que no se sabe a ciencia cierta si es la Gioconda auténtica, pues fue robada el 1911 y, aunque posteriormente recuperada, se sabe que se hicieron varias copias casi perfectas para estafar a diversos coleccistas, pudiendo ser el cuadro que está expuesto una de ellas.

Angel: gracias y, efectivamente, buena reflexión.

Alma: Así es. Otro pa tí.

Sr. Miyagi dijo...

E.C. Pedro: ¡Ups, te dejé atrás! Podría ser. Hay tanto mito en torno a ese cuadro que es imposible saber qué vería uno con la mirada "limpia".
Por cierto, estupendo blog el tuyo, magníficas imágenes y buenos textos, lo recomiendo desde aquí. Un placer.