domingo, 29 de marzo de 2009

Narrativa (IIX): Voodoo Child


Poco antes de morir a causa de la fiebre, Boniface confesó a Felicité, su muy cristiana esposa, que, secretamente, nunca había abandonado el culto a Damballah. Le contó, aterrorizado, que por un terrible acto cometido en el pasado, del cual no quiso dar cuenta a su mujer, cayó sobre él el maleficio de un bokó. Este le dijo que poco después de morir, en la hora de la magia, despertaría de nuevo sin la protección del ángel grande y saldría de la tumba carente de voluntad, convertido en su esclavo.
Felicité, aun habiendo sido educada en la Palabra del Señor, conocía bien el poder de la Serpiente, así que fue a visitar a la mambó que vivía a orillas del lago Pontchartrain, con la esperanza de que esta supiera cómo revocar el hechizo.
Siguió, como le indicaron, al pájaro de cabeza roja a través de los pantanos, evitando las aguas muertas y la casa del caimán. Cuando llegó a la cabaña de la mambó, esta ya la estaba esperando.
La mambó, tras hablar con los loas, le dijo que la magia que había condenado a su marido era demasiado poderosa para ella, y que no conocía poción, trabajo o sacrificio capaz de paliar sus efectos. Aunque quizá, le dijo, hubiera una manera de engañar al destino, pero sólo si Felicité estaba dispuesta a pagar el precio.
Felicité regresó a su casa y cuidó de Boniface hasta que exhaló su último suspiro. Después dispuso todo lo necesario para que recibiera cristiana sepultura. Boniface fue enterrado al día siguiente en una apartada tumba del cementerio de St. Louis, bajo la sombra de un viejo ciprés.
Esa noche Felicité volvió al cementerio con una pala y un candil de plata, y esperó. A medianoche, cuando Boniface despertó, Felicité sabía lo que debía hacer. Esperó a que terminase de salir de entre la tierra y cuando se acercó a ella elevó el candil para que su luz la iluminase. Un gemido de infinita tristeza le indicó que los blancos ojos de Boniface la habían reconocido. Después, Felicité iluminó la lápida con la luz del candil para hacer saber a su marido que su lugar ya no estaba entre los vivos. Boniface comprendió y volvió a meterse en su tumba. Felicité, con lágrimas en los ojos, volvió a cubrir la fosa de tierra y regresó a su casa.
En adelante, todas las noches regresó al cementerio con la pala y el candil de plata a esperar a Boniface, para darle descanso al menos por un día más.
Sin embargo no transcurrió mucho tiempo antes de que ella misma cayese víctima de la fiebre. Sabiendo que la hora había llegado, la mambó se presentó en su casa, como habían acordado, vestida de lino blanco. Felicité pidió a sus familiares que las dejaran solas. Al cabo de un rato la mambó salió de la cabaña con el rostro pintado de espanto, y nadie volvió a saber más de ella. Felicité murió un par de horas después. Al día siguiente se celebró un funeral por ella en la parroquia, y por la tarde fue enterrada bajo el ciprés junto a Boniface. Junto a ella, por expreso deseo suyo, fueron enterrados una pala, velas, y un candil de plata.
Esa noche, en la hora mágica, Boniface salió de nuevo de su tumba, y de nuevo Felicité estaba esperándole para mostrarle el camino, que ahora era el de ambos.

Esto es sólo una leyenda que yo cuento tal como a mí me la contaron.
Sin embargo, si yo fuera tú y estuviera de paso en Nueva Orleans, y por casualidad me encontrara a medianoche en el cementerio de St. Louis junto a dos lápidas borrosas al pie de un viejo ciprés, procuraría llevar conmigo una pala y un candil de plata. Y si escuchas a lo lejos un golpe seco y metálico no te aflijas demasiado. Bien pudiera ser Felicité tratando de mostrar al terco Boniface el camino de vuelta a casa.

3 comentarios:

Lunática dijo...

Curiosa historia... Contada de manera adecuada.
Difícil separarte del "amigo del alma".
(Vive mientras vivas)

El Ángel... dijo...

...es lo que pasa cuando no tienes la protección del ángel grande.
....prohibido vender el alma al diablo.
Me gusto el texto, vendré mas seguido, gracias

Sr. Miyagi dijo...

Le falta mucha chicha. Leyéndolo ahora pienso que me ha quedado algo "desangelado", pero es que esta vez traté, para variar, de escribir un cuento breve y conciso, sin excesivos barroquismos. Gracias de todos modos.