miércoles, 11 de marzo de 2009

Narrativa (V): El sabio y el pájaro


Un día, Ibn Yusuf, reconocido erudito y filántropo, y a la sazón el más acaudalado comerciante de la ciudad santa de Damasco, recibió la visita de su viejo amigo Li Po, el viajero. Li Po recorría el mundo en busca de objetos preciosos y excepcionales, y siempre, al pasar por Damasco, acudía en primer lugar a la casa de Ibn Yusuf, pues, además del profundo aprecio y respeto que mutuamente se profesaban, era bien sabido que nadie pagaba más generosamente que él cuando de objetos de particular rareza se trataba.
Cuando Li Po se presentó en el palacio fue recibido con toda la cortesía y el boato de costumbre, e inmediatamente fue conducido a presencia de Ibn Yusuf, quien saludó a su viejo amigo con sincero alborozo. Tras obsequiarle con el pertinente refrigerio y tras interesarse por las circunstancias del viaje, Ibn Yusuf invitó a Li Po a pasar a una estancia privada para hablar de negocios.
-¿Qué objetos de interés, qué fascinantes prodigios y maravillas me traes esta vez, querido amigo? -preguntó Ibn Yusuf.
-Ha sido el mío, como sabes, un viaje arriesgado y he sufrido incontables penurias, honorable Ibn Yusuf, pero, en parte gracias a la providencia, y en parte gracias a los dones con los que, en mi nacimiento, fui retribuido, en esta ocasión he conseguido hacerme con objetos de lo más singulares. Permíteme que te muestre en primer lugar, amigo mío, unos curiosos cristales unidos mediante un ingenioso artefacto, que permiten ver lo que acontece a muchas leguas de distancia, percibiéndose de tal manera que pareciera que estuviese sucediendo frente a uno.
-Ese es un objeto de gran valor, sin duda. Pero debo comunicarte con pesar que hace un par de lunas pasó por mi casa Hassan Salimy, el turco, con un objeto de similares características a este. Y no sería una manera inteligente de obrar, coincidirás conmigo, pagar dos veces por la misma cosa. No puedo comprártelo -respondió Yusuf.
-Cierto es, mi sabio amigo -repuso, a su vez Li Po, eligiendo cuidadosamente las palabras-. Pero quizá te interese esta otra maravillosa sustancia que te traigo. Se trata de unos finos polvos negros que, al entrar en contacto con el fuego, o al recibir un impacto violento, se inflaman, siendo capaces de obrar asombrosos fenómenos, de provocar súbitos estallidos capaces de quebrar el más grueso de los muros.
-Temo que los años estén mermando tus facultades, amigo mío. ¿Olvidas acaso que ya me vendiste unos polvos con unas propiedades similares a las de éstos en tu anterior visita? Se trata de una sustancia prodigiosa, indudablemente, y me ha sido de una enorme utilidad, pero entenderás que no puedo pagar dos veces por la misma cosa. No puedo comprártelo-, alegó Ibn Yusuf.
Así, Li Po fue mostrándole a Ibn Yusuf los más diversos y peculiares objetos, sin conseguir despertar su interés por ninguno. Finalmente, cuando Ibn Yusuf se disponía a llamar para que retirasen el té, Li Po habló de nuevo.
-Espera, viejo amigo -le espetó Li Po-. Hay algo, un objeto especialmente preciado para mí, del que aún no te he hablado. He dudado en hacerlo porque me ha sido de especial utilidad durante estos últimos años y no era mi intención deshacerme de él por ahora. Sin embargo, nunca hasta el día de hoy he salido de esta casa sin haber conseguido presentarte un objeto que atrajera tu atención, y sería frustrante para mí, además de pésimo para mi reputación como comerciante, que eso sucediese por vez primera. Además, creo que un hombre de tu prestigio y tu sabiduría haría un mejor uso de él que este humilde viajero. No lo he traído conmigo, pues, como ya he dicho, no tenía, en un principio, intención deshacerme de él, pero te diré que en realidad no es un objeto, sino un animal. Un pájaro, más concretamente. Un pájaro cuya apariencia exterior no indica ninguna cualidad particular; un pájaro que podría ser confundido con cualquier otro pájaro común en estas latitudes, pero que es dueño de una cualidad única y extremadamente útil, pues es capaz, con su canto, de prevenir contra las desgracias. Cuando amanece y el pájaro permanece en silencio, es que nada malo va a sucederle a su propietario durante ese día. Pero si a partir de los primeros rayos de sol el pájaro se pone a cantar, es que alguna desgracia o algún peligro le acechan. En ese caso, lo más prudente es cambiar el modo en el que se pensaba proceder y abstenerse de realizar cualquier actividad o de tomar cualquier decisión que pueda comportar algún tipo de riesgo durante esa jornada. Ese animal me ha salvado de un destino funesto en más de una ocasión, y es por ello que me costaría sobremanera desprenderme de él. No obstante, en honor a nuestra vieja amistad, te lo ofrezco a ti, Ibn Yusuf, pues sé que harás un uso sabio y ponderado de él. Eso sí, entenderás que estamos hablando de una mercancía especialmente valiosa, y que sería una necedad desprenderme de él de no ser por un precio justo.
Siendo Ibn Yusuf el hombre más rico de la ciudad, no tardaron en sellar el trato por una cantidad que, aun sin mermar seriamente su patrimonio, permitiría a Li Po vivir holgadamente durante el resto de su vida. Li Po se despidió agradecido, asegurando que esa misma tarde mandaría a un sirviente suyo con el preciado animal. Cuando éste llegó, Ibn Yusuf pudo comprobar que el pájaro, aun siendo de una belleza armoniosa y discreta, no aparentaba ninguna cualidad particular. Sin embargo, nunca hasta ese día había tenido necesidad de dudar de la palabra de Li Po, así que mandó colocar la jaula del pájaro en sus aposentos. Durante toda esa noche el pájaro permaneció en silencio.
A la mañana siguiente, cuando Ibn Yusuf, tras hacerse vestir, se disponía a abandonar su dormitorio, el pájaro cantó. A Ibn Yusuf se le congeló la sangre. No obstante era un hombre de naturaleza decidida, y a pesar de ser una persona piadosa era poco dado a creer en supersticiones y supercherías, así que decidió conducirse con especial prudencia pero sin abandonar sus proyectos para ese día. Ordenó que se doblase la guardia en palacio, escogió a los mejores de entre sus soldados para integrar su escolta personal, dispuso que los niños permaneciesen encerrados junto a las mujeres en el harén, y salió de palacio rodeado por su séquito en dirección a la mezquita para el rezo del mediodía. A la altura de la puerta oeste del zoco, un hombre embozado y vestido de negro se abalanzó sobre su palanquín blandiendo una cimitarra, pero fue abatido por sus guardias antes de que pudiera alcanzarle. Alarmado, Ibn Yusuf ordenó a sus hombres dar la vuelta y regresar a palacio, no sin antes llevarse el cadáver del atacante. Sin embargo, éste había sido tratado con especial saña por los guardias y no portaba ningún distintivo o símbolo especial, así que resultó imposible identificarlo. Ibn Yusuf regresó esa noche a su dormitorio mirando al pájaro con otros ojos.
Por la mañana, tras permanecer toda la noche en silencio, cuando Ibn Yusuf salía por la puerta de su dormitorio, el pájaro volvió a cantar. Ibn Yusuf decidió que ese día no sería prudente abandonar la seguridad del palacio. Tomó mayores precauciones si cabe que el día anterior, y ordenó al jefe de la guardia iniciar una investigación sobre el posible instigador de su intento de asesinato. Dedicó el resto del día a sus estudios y delegó los asuntos comerciales más importantes en sus sirvientes de confianza. Todo transcurrió con absoluta normalidad. Esa noche Ibn Yusuf se dijo que había actuado bien.
Pero a la mañana siguiente el pájaro volvió a cantar. Ibn Yusuf pensó que quizá el pájaro le estaba avisando de un peligro latente, de algún plan que se estuviera urdiendo contra él. Resolvió que ese día tampoco saldría de palacio. A la hora del almuerzo, se sentó junto a su catador y se hizo servir los alimentos. Iba a comenzar a comer cuando su catador empezó a sentirse indispuesto. Cayó al suelo entre convulsiones y murió antes de que el médico pudiera certificar su envenenamiento. Una de las cocineras declaró haber visto esa mañana en la cocina a Maysoon, la más joven de sus esposas, merodeando entre los alimentos. Ésta, a su vez, no resistió mucho tiempo antes de confesar su crimen. Ibn Yusuf, devastado por el dolor, la mandó ejecutar sin tardanza. Esa noche alimentó personalmente al pájaro.
Y a la mañana siguiente el pájaro cantó de nuevo. Ibn Yusuf mandó que las mujeres fueran trasladas a otro palacio menor, alejado de la ciudad, y despidió a los sirvientes más recientes y a aquellos sobre los que albergaba ciertas dudas. Nada relevante aconteció, y, sin embargo, a la mañana siguiente el pájaro volvió a cantar. No sabiendo si era mejor despedir a su guardia o tenerla a su lado, por temor a una traición, decidió no salir de sus aposentos más que para lo indispensable. Sin embargo, cada vez que se disponía a salir por la puerta, el pájaro volvía a cantar. Mandó retirarse a sus sirvientes personales y decidió quedarse a solas con el pájaro. Al parecer, mientras no saliera de su dormitorio, nada malo podría sucederle. Los días se sucedieron e Ibn Yusuf comenzó a perder lentamente la cordura. Transmitía las órdenes a través de la puerta, pedía cosas sin sentido, ordenaba ejecuciones arbitrarias que por fortuna no eran llevadas a cabo. Sus negocios se arruinaban. Finalmente, cuando los últimos sirvientes se fueron, abandonando a su amo a su suerte, sin agua ni comida, la voz de Ibn Yusuf y el canto ocasional del pájaro se fueron haciendo cada vez más débiles, hasta que cesaron por completo.
A pesar de todo, Ibn Yusuf había sido un hombre notable y respetado, y aún le quedaban amigos en Damasco. Además, alguna de sus esposas le guardaba todavía un sincero afecto, por lo que su funeral fue celebrado con la debida dignidad. Su cuerpo fue bañado y amortajado, y su féretro colocado enfrente de la Qibla, orientado a la Meca, en el lugar más sagrado de la mezquita. Entre los asistentes más preeminentes a su funeral se encontraba Li Po. Durante el tiempo que había transcurrido desde su último encuentro con Ibn Yusuf, su situación había cambiado enormemente. Había abandonado su vida nómada, se había asentado en la ciudad y, en parte gracias al dinero de Ibn Yusuf, había iniciado negocios que habían resultado ser extraordinariamente rentables, hasta tal punto que ahora era uno de los hombres más ricos de la ciudad. Sabedores de la gran estima en que su amo tenía a Li Po, y como la amistad que se profesaron fuera de todos conocida, los sirvientes se retiraron para permitirle velar el cadáver en la intimidad. Cuando Li Po se quedó sólo, como no hubiera nadie que pudiera oírle, comenzó a hablar en voz alta:
-Esta vez no ha transcurrido demasiado tiempo desde nuestro último encuentro, viejo amigo, sin embargo sí que han sucedido muchas cosas, ¿verdad? Como podrás ver, me ha ido bastante bien últimamente. Con el dinero que me pagaste a cambio del pájaro pude, no sólo pagar las numerosas deudas que me acuciaban, sino también al pobre infeliz que trató de asesinarte y asegurar que a su familia nunca más le falte el sustento, y aun me alcanzó para establecerme en la ciudad y emprender más de un próspero negocio. Sí, mi estimado Ibn Yusuf, fui yo quien dio la orden de atentar contra tu persona, aunque me aseguré desde el principio de que el pobre diablo no tuviese posibilidad alguna. En cambio, nada tuve que ver en el intento de envenenamiento por parte de tu joven esposa Maysoon. Eso fue un providencial golpe de suerte, nada más. Después, y aprovechando tu voluntario encierro, no me fue difícil ir apropiándome poco a poco de tus clientes, tus proveedores y tus negocios a través de terceras personas de mi confianza, sin que nadie fuese capaz de advertirlo ni, evidentemente, de advertirte a ti. Parece que al final sí tuviste que pagar dos veces por la misma cosa, amigo mío.
-Que tu Dios tenga misericordia de ti -prosiguió, como señal de respeto hacia el credo de Ibn Yusuf- y te salve del castigo de la tumba. Que tus pecados sean perdonados y tus buenas obras multiplicadas. Que te sea concedido el indulto y se haga de tu tumba un refugio feliz. Que te sea permitido el ingreso a vuestro divino paraíso. Adiós, viejo amigo.
Antes de irse, preguntó a uno de los sirvientes de confianza de Ibn Yusuf qué habían hecho con el pájaro. Ante su sorpresa, este le respondió que el pájaro había conseguido sobrevivir. Al parecer, y hasta el último día, Ibn Yusuf había seguido dándole de beber gracias al rocío de la mañana, y había logrado alimentarlo con pequeños insectos y semillas del árbol situado al pie de su ventana. Li Po preguntó si le sería posible conservar el pequeño pájaro como recuerdo de su viejo amigo. El sirviente no puso ninguna objeción. Cuando Li Po se disponía a salir de la mezquita, el sirviente le alcanzó y dijo:
-¿Puedo hacerle una pregunta, mi señor?
-Por supuesto, -respondió Li Po.
-Me gustaría saber qué es lo que tiene de especial ese pájaro, señor.
-¿Qué tiene de especial? Nada, absolutamente nada -respondió Li Po-. Bueno, en realidad esa especie de pájaro sí que tiene una característica bastante peculiar. Los pobrecitos detestan quedarse solos.

1 comentario:

spulzeer dijo...

Creo que hacía mucho tiempo que no me encontraba en un punto tan creativo, y te lo debo sin duda a ti...
Gracias, sabio