-Estaba un día buscando monedas en la mesilla del cuarto de mis padres cuando escuché unos pasos que se acercaban por el pasillo. Raudo, me escondí debajo de la cama. Era mi madre. Sus largas piernas se balanceaban delante de mí. Conteniendo la respiración, me asomé un poco, lo suficiente para ver sin ser visto. Mi madre se arreglaba delante del espejo. Desde allí abajo pude ver cómo se desabrochaba el sujetador y dejaba al descubierto sus, para mi infantil perspectiva, inmensos pechos rosados. Una especie de rubor dulce y culpable, como no había sentido antes, me invadió paralizándome por completo, e impidiéndome apartar la vista. Entonces mi madre se puso otro sostén y una blusa y se encaminó hacia la puerta. -Cuando quieras puedes salir-, me dijo-
-Todo eso está muy bien, doctor, pero me gustaría empezar ya la sesión-"
Proceso de selección
Hace 2 años
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