sábado, 7 de febrero de 2009

Los pinos de Bristlecone


Esta es la historia -verídica-del árbol más viejo del mundo. El final de esa historia, más bien. Y es también la curiosa historia de dos hombres, la de un hombre a quien la vida concedió la culminación de un sueño, y la de otro hombre, otro científico de infausto recuerdo, que, contra su voluntad, habría de escribir su nombre, con letras de oro, en el Libro de Honor de los Mayores Gilipollas que en éste mundo han sido.
Hasta mediados del presente siglo, estaba científicamente aceptado que los árboles mas viejos del mundo eran las sequoias de América del Norte, habiéndose datado algunos ejemplares de más de 3.000 años de edad… 3.000 años, se dice pronto, ¿verdad? Son, asimismo, y esto es irrefutable, los seres vivos más grandes sobre la tierra. La sequoia más grande que se conoce en la actualidad es el "General Sherman", un coloso de 90 metros de altura (el equivalente a un edificio de 27 plantas) y 11 metros de diámetro en la base, el Goliat de todos los seres vivos sobre la tierra.
Pues hete aquí que un buen día, allá por 1954, el paleobotánico Edmund Schulman pasaba por las Montañas Blancas de California y decidió ir a ver unos árboles que, se comentaba, tenían pinta de ser muy viejos, los llamados pinos de Bristlecone. Estos curiosísimos árboles crecen en las montañas Blancas, entre California, Nevada y Utah, y su aspecto es realmente sorprendente. Retorcidos, pelados y secos, sus gruesas ramas nudosas se intrincan en un aullido silencioso e inmóvil, dándoles un aspecto sobrenatural, fantasmagórico, parecen salidos de una película de Tim Burton. Las fotografías que de ellos he visto transmiten un sentimiento de desolación absoluto. Crecen a gran altura, al límite de la existencia de vida vegetal, y muchos parecen estar muertos a simple vista. En ocasiones sólo un pequeño número de hojas indica que en ese organismo todavía hay vida. Por ejemplo, en uno de los más ancianos, el pino Alfa, toda su vida se concentra bajo una minúscula porción de corteza de varios centímetros…
Parece ser que Schulman no albergaba demasiadas esperanzas de descubrir nada relevante, pues para un buscador de tesoros vivientes como él, los falsos rumores estaban a la orden del día.
Qué no daría yo por haber sido Schulman aquel día, el día en que descubrió que aquellas criaturas extrañas e ignoradas superaban en algunos casos los 4.000 años de edad.
Schulman dedicó los años siguientes al estudio de esos árboles, descubriendo fascinado que los más viejos eran los que vivían en peores condiciones ambientales y en las zonas más yermas. En 1957 encontró un ejemplar de 4.723 años, al que llamó Matusalén. En la actualidad es considerado el ser vivo no clonado (algas, por ej.) más longevo que se conoce. Y subrayo "en la actualidad". Ahora explico por qué. El caso es que el nombre de Edmund Schulman quedará por siempre ligado al descubrimiento de su asombroso descrubrimiento. Hay un bosque en las Montañas Blancas, donde dormitan algunos de los árboles más ancianos del mundo, que se llama "Arboleda de Schulman" en honor a este señor, y espero que Matusalén se encuentre en ella, por muchos, muchos años más.
Todos estos acontecimientos nos llevan a la tragicómica historia de otro hombre, Donald M. Currey, y de cómo un simple acto imprudente y fortuito, una decisión mal tomada en el peor momento, puede marcar el recuerdo de un hombre para siempre.
Donald M. Currey era por entonces un estudiante de Geología que se encontraba por la zona realizando un estudio sobre glaciares. Oyó hablar de los Pinos de Bristlecone y decidió dedicar un tiempo a estudiarlos. Con herramientas de perforación pudo tomar muestras de varios ellos y recabar información sobre su edad, dando con varios ejemplares que superaban los 4.000 años de edad. Al parecer tuvo problemas con uno de ellos, WPM-114, también llamado Prometeo, y su herramienta se rompió, o no fue capaz de horadar el tronco a suficiente profundidad, la verdad es que no conozco el motivo exacto, pero el hecho es que al tío, al manazas, al torpe, al inepto, al atontao, al cazurro de Donald, no se le ocurrió otra cosa que pedir permiso a las autoridades locales para talarlo. Hala, di que sí, con alegría, chaval… Y a los otros soplapollas no se les ocurrió otra cosa que concedérselo, claro.
No me gustaría ser Donald M. Currey el día que descubrió que se había cargado de un tajo a la criatura más anciana sobre la tierra, al abuelo de todos los seres vivos. Prometeo tenía unos 4.900 años de edad, poco más o menos, en el momento de su muerte. Antes de las Pirámides, antes de Jesucristo, antes de casi todo, Prometeo crecía solitario, ajeno al mundo.
Parece que ser que el hecho provocó bastante revuelo en la comunidad científica, y no era para menos. Se alzaron numerosas voces de protesta y se declaró a la zona Parque Nacional, con fines preservativos. Actualmente el paradero exacto de" Matusalén" se mantiene en secreto, para garantizar su seguridad frente a actos vandálicos o científicos descerebrados. El caso es que el bueno de Donald siguió adelante con su vida, y, de hecho, buceando en Internet he comprobado que el tío llegó a ser profesor emérito en la Universidad de Utah, y que publicó varios libros y estudios importantes. Bien está, Donald. Parece que fuiste un científico estimable, y seguramente fuiste una buena persona, apreciado por tus colegas y respetado por tus alumnos. Probablemente fuiste un buen padre también. Podías ser un tipo salao, y todo, un buen compañero para departir frente a unas cervezas, quién sabe… Pero siempre serás el capullo que se cargó a la criatura más vieja del mundo, al Abuelo de Todo. Gilipollas.

http://www.youtube.com/watch?v=dD-yojX5iEk

1 comentario:

spulzeer dijo...

acabo de enamorarme un árbol...